Siento frías las mejillas. Puede que sean mis lagrimas congeladas por el aire invernal, o simplemente que mi cuerpo halla dejado de sentir calor. Los susurros que compartimos bajo aquellas mantas se han perdido, también lo han echo las sonrisas en la oscuridad, el zumo de piña, el cigarro de por la mañana (y por la tarde, y por la noche), las risas en el parque, los mordiscos, la música, oh dios mio, esa música. No te olvides de tu forma de mirarme, y de lo dulce que pareces dormido, de tus manos, de nuestra chispa y de nuestro descaro...
Vale, quizás, no se hallan perdido, quizás, solo han quedado atrás, para dar paso a
nuevos recuerdos, aunque tarden mucho en venir...
Siento frías las mejillas,
pero tú ya no estás aquí para darles calor.