martes, 7 de junio de 2016

Miedo.



















Rabia. Todo lo que tengo es rabia. No sabía que podía estar llorando sal y azufre.
Me revuelvo en estos huesos frágiles llenos de nada, pura nada, y suspiro hondo y oscuro.
Pensé que siendo flor nunca tendría espinas, y que tú, teniendo manos nunca darías miedo.

No sé qué hacer con este grito que no sale, con este escalofrío que me sube, produciendo en
mí un tembleque desde el dedo meñique del pie hasta la barbilla, igual que la de mi madre, como
si a partir de él pudiese bailar y sonreír de medio lado.

Miedo. Todo lo que tengo es miedo. Me replicas y me dices que no puedo estar llorando este líquido
viscoso llamado deseo, poder, fuerza. Que recoja del suelo ese pañuelo lleno de rojo sangre y lo tire por la ventana. 
Que tú no te quieres manchar, que yo no debería ensuciarme.


Parece que a veces sólo queda escribir en diarios y luego comerterlos. Enfriar la lengua y luego mordertela. 
Preparar la cara para el dolor de un martillo, y luego besarlo, y luego quererlo.

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