lunes, 30 de junio de 2014

Notas

Él sabía cuando cruzó la puerta y sonó la campana, que no quedaban reliquias como esa. Pelo liso fino, color heno, manos pequeñas y sonrisa señalando a su ojo izquierdo. Vestido corto, labios rojos que escuecen y cuello que se hunde. Pero el precio aumentaba conforme rozaban los vasos la mesa de madera, mientras la guitarra chirriaba cientos de nombres sin apellido, contratos temporales de besos en verso, de sal sin tequila, de bragas mojadas y cinturones rotos.
Se oía un tic tac suave, tarareando pensamientos que se gritan con la boca sellada, y que un abrir sin cerrar de ojos te besan y te dejan la piel llena de calambres. Llévatela, o quédatela para siempre, olvídala o escribe cien poemas, pero tiene entre las piernas el peligro de cien velas al lado del gas, el miedo de hundirse en la piscina por el lado más hondo, una carta sin sello, una cartera sin cuero, un rosal sin espinas, clavándose dentro, suspirando profundo, queriendo de más.
No se puede jugar todo a un número pequeño de anhelos, a la sombra de tu figura en la cama, a un comodín, si hay que apostar, apuestalo todo, juégate el cuello, arrastra tu culo, y quédate el premio, ella amándote una noche más o una vida entera.

miércoles, 4 de junio de 2014

Sink.

Tan difícil era aguantar al final del precipicio que él echó a volar, dejando pocas pistas en la tierra y ni una pluma flotando. Yo que creía que en este viaje había hueco para dos, que no hacía falta buscar respuestas en mapas, que teníamos todas las reservas hasta arriba, que nos calmábamos la sed con la boca.

Pero el cielo es grande y lleno de nubes, y a veces cuando subo la cabeza le imagino recorriendo la osa mayor de lado a lado, jugando en las puntas, como con mi pelo, esquivando tormentas eléctricas, como su piel.

Si pudiese encontrar las coordenadas para volver a verle, allá en lo alto, apagaría los faroles que quedan aquí abajo, y emprendería una marcha sin norte, yendo hacia el sur, donde una vez me preguntó que si en el centro de esta tierra podría encontrar refugio, que quizá, no muy tarde ni muy lejos, hallaríamos la forma de hacer que el sol nunca se marche, de que siempre quede luz en esta historia de matices.

Hoy la luna se las calla y arriba sólo queda un mar lóbrego de estrellas.