Lo más bonito de despertar a su lado es que él todavía permanezca dormido, y yo abra los ojos y mire su piel blanca rozando el sol, con las pestañas aún selladas de amor, con los labios secos muy cerca de los míos, respirando despacio, y que mis hombros rocen los suyos, desnudos.
Me encanta despertar a su lado y que tenga el pelo despeinado, formando ondas con los rizos, y colocarle uno detrás de la oreja pero que vuelva a su sitio, que las almohadas estén separadas y compartir la misma, sentir frío y acercarme a su pecho, y que se le duerma un brazo de aguantarme toda la noche.
Es precioso mirarle, y dibujarle en los labios, en la cadera y en las piernas, pero más todavía ver cómo se despereza y nos tapa a los dos con el edredón y me aprieta por la espalda, pero no nos besamos porque es muy temprano.
Y cuando pasan cinco minutos le beso yo, desobediente, y aguanta inmovil mirándome, contándome cuentos en silencio, es entonces cuando me giro y miro a las cortinas que brillan, y un espejo nos retrata, la bella y la bestia.
Por las mañanas, él es lo más bonito que me ha pasado en la vida.