Hoy me dispongo a hablar de él, del chico de mis sueños o el hombre de mi
vida, como queráis verlo.
¿Sabéis esta sensación cuando viajas por la carretera y de repente una
pequeña colina hace que
el estomago te bote de arriba a abajo muy rápido, produciendo vértigo, o
cosquillas, según se mire,
y que ya llevas unos segundos con esa sensación y sonríes? Eso me pasa cada
vez que él me llama
preciosa.
Él tiene unos rizos preciosos color café, más bien grandes, en los que
poder enredar los dedos pero sin que se queden pillados. Por verano los lleva
cortos y en invierno a veces consigo verle con ellos un poco largos.
Siempre se chupa los labios cuando va a decir algo sarcástico o antes de
guiñarme el ojo derecho, creo que el izquierdo nunca lo usa. En la vida he
visto unos labios más besables que los suyos. Me da envidia porque tiene las
pestañas mucho más largas que yo, y eso no es justo sabéis, yo soy la chica y
me merezco ese derecho, pero es que encima, tiene una espalda ancha donde una
se queda dormida al igual que con un sedante.
Muchas veces en la cama, mientras se revuelve buscando el diminuto trozo de
manta que le concedo cuando dormimos juntos, me abrazo a su pecho desde atrás y
le doy pequeños besos desde los hombros hasta donde me permite mi postura modo
koala.
Jamás le habéis visto desnudo. Eso sí que es un espectáculo. Piel blanca
que deja ver cuando me paso de la ralla con la lengua. Piernas largas, manos
grandes. Tiene un culo normal pero que cuando se pone de pie y cocina sin ropa
dan ganas de romperlo a mordiscos. Cuello ancho, unas clavículas jodidamente
bonitas, esa cadera que me pierde, y lo que me guardo para mi obviamente.
Él sabe cómo tratarme, conoce perfectamente cuando me enfado y cuando no,
cuando quiero sexo y cuando estoy mimosa, también sabe cuando tengo sueño,
aunque eso no es mérito suyo ya que me dan calambres cuando se me cierran los
ojos. Él es bastante maduro, aunque muchas veces no sabe lo que quiere, eso sí,
nunca he visto trabajar más a nadie en mi vida. Y me encanta cuando le brillan
los ojos contándome cosas que le apasionan. Números por aquí, lenguaje técnico
por allá, que si hemos desarrollado esto, arreglado lo otro, más números... Yo
le miro con cara de idiota pensando, joder, no sabes cómo me estás poniendo,
¿por qué tendrás que ser tan inteligente?
Se lleva muy bien con su madre y se merece el cielo por ello, no todos los hombres
saben cuidar bien a una mujer y él lo hace por dos, conmigo tres. Ambicioso en
ocasiones y reservado en otras, menos cuando se queda metido entre mi cuello y
la almohada diciendo ñoñerías de niños de patio.
Tiene un humor absurdo como el mío, aunque en ocasiones me mire con cara de
'Olaya, estás loca'. Nos gusta reírnos de tonterías y mandarnos fotos de gatos.
Sabe que nunca podríamos tener uno porque acabaríamos por olvidarnos de él (yo
espero intentarlo) mientras que nos comemos a besos en alguna esquina de la
casa deshidratados y luchando por ver quién se levanta a por agua.
Él es un chico que cuida a los suyos, que tiene mucho amor dentro, y que no
se merece nada malo en esta vida, porque se ha ganado una sonrisa diaria.
Que el camino sigue listo para ti, cariño, que ya sabes cómo encontrarme o
encontrarte. Que vendrán tiempos mejores. Que me la suda que no creas en Dios,
que quiero ser tu ángel de la guarda.